La protagonista absoluta será la madera agrisada por el tiempo, como el roble y el castaño, que disponen de una larga durabilidad. Maderas que lucen sus imperfecciones y que potencian sus betas y sus rugosidades.
Para conseguir este efecto envejecido la madera, ya aserrada y sin cepillar, se expone durante más de un año a la intemperie para que el sol, los rayos ultravioletas (UV), el viento, la lluvia y la humedad la oxiden de manera natural, consiguiendo un color grisáceo o plateado, sin necesidad de utilizar ningún tipo de colorante o producto químico para teñirla de manera artificial.